Por: José Antonio.Maradiaga
Desde los albores de la humanidad, la xenofobia ha sido una herramienta utilizada por líderes y regímenes con ambiciones imperialistas. En su forma más extrema, ha llevado a genocidios y políticas de exterminio. Un ejemplo sombrío es el régimen nazi de Adolf Hitler, que convirtió el odio hacia los judíos en una máquina de muerte que arrebató millones de vidas. La xenofobia no es solo un sentimiento; es una doctrina peligrosa cuando se institucionaliza.
Hoy, la sombra de la xenofobia sigue acechando en el discurso de ciertos mandatarios, quienes, con promesas nacionalistas, justifican el maltrato a los migrantes. En particular, el feroz jefe de la Casa Blanca endurece su postura contra los migrantes latinoamericanos, cumpliendo amenazas pronunciadas en campañas electorales. La persecución y deportación masiva generan miedo, terror e incertidumbre entre quienes solo buscan un mejor futuro.
El rechazo sistemático a los migrantes por el sádico ocupante del despacho Oval no es casualidad. En muchos casos, obedece a cálculos políticos. La mayoría de los latinos tienden a votar en las elecciones generales, por el Partido Demócrata, de EE. UU. lo que convierte la hostilidad hacia ellos en una estrategia electoral. La retórica agresiva de ciertos líderes busca socavar comunidades enteras para reforzar su poder.
La amenaza contra los migrantes no se limita a la deportación. Las remesas enviadas a sus países de origen son ahora blanco de medidas que buscan gravarlas con impuestos desproporcionados. Se trata de una política cruel que afecta directamente a miles de familias que dependen de estos ingresos. Mientras se argumenta que esto fortalecerá la economía, los afectados ven cómo sus esfuerzos por ayudar a sus seres queridos son castigados.
Además de los aranceles y medidas económicas que asfixian a los migrantes, se refuerzan leyes y estrategias de vigilancia para reducir aún más sus derechos. El miedo se convierte en un instrumento de control, empujando a estas comunidades hacia la desesperación.
Frente a esta realidad, los países latinoamericanos han demostrado poca capacidad de reacción unificada frente al imperio, para frenar estos ataques lesivos a los migrantes. La falta de coordinación impide un esfuerzo sólido contra políticas hostiles, dejando a sus ciudadanos vulnerables ante las decisiones de poderes extranjeros.
La lucha contra la xenofobia del cruel inquilino de la oficina Oval, no puede quedarse solo en discursos. Se necesita una acción conjunta que proteja los derechos de los migrantes y combata estas narrativas peligrosas. La historia ha demostrado que el silencio frente a la discriminación solo la fortalece. Es momento de cambiar el rumbo, hacia mejores derroteros.