Por José Antonio Maradiaga R.
El Papa Francisco, conocido por su sencillez y cercanía, dejó un mensaje poderoso incluso en su despedida. En un gesto que refleja su vida de humildad y servicio, pidió ser sepultado con sus zapatos viejos y gastados, un símbolo de su compromiso con los valores esenciales de la humanidad.
Desde el inicio de su papado en 2013, Francisco rompió con tradiciones que simbolizaban el poder y la opulencia. Rechazó los zapatos rojos, típicos de los pontífices, optando por su calzado negro habitual. Este detalle, aparentemente simple, se convirtió en un emblema de su enfoque pastoral: caminar junto a los más necesitados y marginados.
En sus propias palabras, el Papa Francisco afirmó que «la grandeza no se mide por los ornamentos, sino por el amor y el servicio a la humanidad». Este principio guió cada una de sus acciones, desde sus discursos hasta sus gestos más pequeños, como compartir momentos con los pobres y los olvidados.
El día de su entierro, miles de fieles se reunieron en la Plaza de San Pedro para rendirle homenaje. Su féretro, sencillo y sin adornos, fue acompañado por aplausos y lágrimas, recordando al mundo que la verdadera grandeza radica en la humildad y el sacrificio por los demás.
Expertos en simbología religiosa han destacado que los zapatos gastados del Papa Francisco representan su legado: un hombre que se desgastó sirviendo a los demás, siguiendo el ejemplo de Jesús. Este acto final reafirma su mensaje de que el amor y el servicio son los pilares de una vida significativa.
El Papa Francisco no solo lideró la Iglesia Católica, sino que también inspiró a millones con su ejemplo de vida. Su humildad y dedicación al prójimo quedarán grabadas en la memoria colectiva como un recordatorio de que la verdadera grandeza se encuentra en el corazón y en las acciones desinteresadas.