Por: Oscar Sierra Pandolfi
Escritor , actor y periodista independiente
Observamos el panorama, nada agradable en el juego, limpio o sucio, de una contienda electoral que subsume una enorme atmósfera de políticos adversarios.
Nos negamos a aceptar la tautología: los tres partidos tradicionales, cuya pugna se presenta como una batalla épica, son en realidad tres ángulos de la misma figura geométrica del poder. LIBRE es rescatable, es la opción del pueblo, con el cuidado de elegir las nuevas caras, las nuevas actitudes, porque hay una enorme evolución en el partido LIBRE.
El discurso político se ha vaciado de contenido programático y se ha llenado de cromoterapia emocional. Digamos que Nasralla cometió un error lamentable: un tipo nada cuerdo, con cierto diagnóstico de neurótico, que sería capaz de exterminar los sueños de los pobres.
Un Partido Nacional que tiene un expresidente en Estados Unidos, lo que indica que sus actos llevaron al fracaso a su partido. Es lamentable que el Partido Liberal haya puesto a Nasralla. Por ello, para referirnos a los tres partidos, he empleado la anfibología:
• El color de la nostalgia (Partido A): Apela a una memoria histórica que nunca existió, prometiendo un retorno a un Edén clientelar que fue, en realidad, solo la génesis del despojo actual. Su retórica es la de la autoridad pétrea que se niega a admitir su obsolescencia.
• El color del Resentimiento (Partido B): Su fuerza reside en la indignación procesada. Ofrecen la ilusión de la ruptura, pero su estructura y sus cuadros son hijos bastardos del mismo sistema que prometen desmantelar. Su cambio es cosmético; su esencia, tan burocrática y hambrienta como la anterior.
• El Color de la Conveniencia (Partido C): Se presenta como la opción viable y centrista, la negación cobarde de cualquier ideología profunda. Encarna la política como cálculo de mercado. Su misión es preservar el statu quo financiero, garantizando la paz superficial de los negocios por encima de la justicia social.
La elección se reduce a su mínima expresión: o es elegido por el pueblo, o por los gringos. La injerencia de los grenchos es histórica; siempre han metido las narices en nuestros asuntos íntimos. Entonces, debemos decidir qué grado de corrosión estamos dispuestos a tolerar durante los próximos cuatro años: ¿Un Partido Nacional que sigue con las mismas mañas, o un presidente esquizofrénico como Nasralla? Quizás, y es oportuno, Rixi, una maestra de educación primaria y abogada, entiende al proletario, al obrero, al campesino, y denota cambio y corrección de algunos garabatos. El electum, el elegido, no es el líder; es el administrador del Vacío.