Por. Carlos Méndez
El 1 de octubre de1845, el Congreso Nacional le concedió el título de ciudad a Choluteca. Coronado Chávez, hijo de indígenas, era en ese entonces, el Presidente de la Republica de estas “honduras”.
Varios siglos atrás, tribus chorotegas venidos de Cholula, México, entre los siglos VI y VII d.c. se vinieron a Centroamérica, huyendo de sus propias guerras intestinas, (Wikipedia).
Los chorotegas se situaron principalmente en Guatemala, El Salvador, Nicaragua y con bastante fuerza en Guanacaste, Costa Rica.
En Honduras se asentaron en la franja territorial del Pacifico y es a ellos a quien se debe la verdadera fundación de la mayoría de pueblos de la zona sur, en cuenta la propia “Cholulteca” o Choluteca. Así que, hay que reiterarlo, es a los chorotegas, que se debe el mérito de la fundación de dicha ciudad (su auto fundación y edificación de su propia organización política y valores culturales vernáculos con el orgullo de heredar su sangre, costumbre y valores por generaciones enteras y que por cierto, se invisibilizó con el devenir de un tiempo que se fue con mucha nostalgia ante los amantes de la cultura histórica de los pueblos precolombinos, que de vez en cuando visitan la ciudad y pueblos vecinos o aledaños para tratar de descifrar sus encantos entre escondidos y abiertos a la curiosidad y el saber de algún “chele” europeo, asiático, canadiense o estadounidense que se quedan alucinados por sus encantos antropológicos. Como el casco histórico, para citar una maravilla de dimensión mundial; uno de los más grandes en Honduras, debido a que su extensión va más allá de los perímetros clásicos de la plaza mayor que diseñaban los colonizadores españoles y que es, sin duda, un legado patrimonial de incalculable valor, aunque Ud. no tenga la capacidad de sorprenderse (por si acaso).
Algunas edificaciones referidas a sus iglesias, que están allí, se remontan al siglo XVII y XVIII, lo mismo que sus casas de media manzana con sus corredores exteriores de singular belleza como la de Don Dionisio de Herrera, primer jefe de Estado de Honduras y la del sabio José Cecilio del Valle, prócer de la independencia centroamericana.
A través de las rendijas de sus estructuras físicas hermosas, Choluteca se asoma ante nuestras pupilas y la de extraños con toda su majestuosidad espiritual y la memoria de un tiempo que se hace presente a través de sus formas y que nos diagrama también en vivo, la tenacidad, el orgullo y el amor de nuestros antepasados y las generaciones que le sucedieron para continuar recreándola en la grandiosidad de su concepto arquitectónico y cultural, el que se inició a partir de la llegada del invasor, y ambicioso español, Cristóbal de la Cueva, en 1553 a quien se le atribuye haberla fundado.
Con el correr del tiempo, cinco siglos después, sin embargo, algún desarraigo y olvido de la ciudad se apoderó de sus hijos, sobre todo a partir de los años sesenta y setenta del siglo anterior. Eso se puede comprobar a través de la clase gobernante citadina y de los gobiernos centrales, en todos sus niveles y la indiferencia de la ciudadanía que se traduce y refleja en algo que no se merece Choluteca.
Así, por ejemplo, el casco histórico deja de tener la importancia colectiva que alguna vez tuvo, para ser el privilegio sensitivo de pocas personalidades locales, como Francisco Martínez Landero o el genio de la docencia, el Profesor Gustavo Cadalso y otros personajes con determinada vocación amorosa por nuestros valores históricos propios y de investigadores “turistas” extranjeros.
Tampoco podemos hacer tabla rasa o negar el esfuerzo de merecimiento propio realizado por paisanos y paisanas ante la indiferencia y el olvido de una ciudad que merece mejor suerte y atención de su gente.
Por eso, es un mérito reconocer como bien, el protagónico papel desempeñado por la Iglesia católica quien, a través de los padres javerianos hicieron durante más de 70 años, proezas maravillosas por el rescate de la memoria histórica y cultural de la gran y simbólica “Cholulteca”. A ellos se les debe la capacidad de asombrarse cuando rescatan la Casa Valle, utilizada hasta la década de los setenta, como un negocio de cantina o cuando abrieron sus templos como la iglesia La Merced, para transformarla en la Casa de la Cultura, dirigida por el talento del querido y fallecido Padre Jesús Valladares, ante un imaginario colectivo poblacional que poco o nada parece interesarle lo suyo a manera de interiorizar un sentido de pertenencia de la Choluteca ancestral. Pero, dígame, ¿de qué manera se puede querer algo que no lo siento como propio porque no conozco su historia y esencia y por tanto no valoro? ¿Cómo corregir esta deuda educativa y cultural?
Los valores culturales históricos son la síntesis de la vida cotidiana e integral de los pueblos de larga vida y recuperarlos e interiorizarlo en la conciencia colectiva no solo debe ser tarea de personalidades e instituciones generosas como la iglesia católica, sino que necesita de un soporte sólido y sistemático programático desde la Escuela y programas culturales alternos que trasciendan las ferias patronales de cada diciembre, en ese teatro taurino montado en el coliseo artesanal de la AGACH,
Entonces, ¿Cuál debe ser el papel a desempeñar del Ministerio de Educación y el de Cultura, Artes y Patrimonio cultural o el gubernamental Instituto de Antropología e Historia? Pero bueno, sepa Ud. que el pasado 1 de octubre de este año, Choluteca celebró su 179 aniversario de habérsele otorgado el título de ciudad. ¿Y qué?