Por: Saturnino Calix Euceda
La derrota del Partido Libertad y Refundación (Libre) en las elecciones de 2025 tras cuatro años en el poder no es un simple revés electoral, sino el resultado de un complejo colapso en la ingeniería del poder, una lección que se entiende mejor a través de las lentes de pensadores que abordaron el poder, la comunicación y, crucialmente, la psicología humana: Maquiavelo, Gramsci, Kaplún y Fromm. El «Gobierno de la Refundación» fracasó al no comprender el profundo costo que el cambio exige a la psique colectiva.
El Fundamento Psicológico: La Huida de la Libertad
El factor subyacente de la derrota reside en la psicología social descrita por Erich Fromm en su obra El Miedo a la Libertad. Fromm sostiene que el hombre moderno, al ser liberado de las ataduras y la seguridad tradicional, experimenta la independencia no como una bendición, sino como una carga que conlleva una profunda soledad e incertidumbre. El proyecto de la Refundación obligó al ciudadano hondureño a enfrentar esa carga: la responsabilidad de construir un nuevo orden en medio de la inestabilidad política.
El electorado, temiendo la soledad de la elección y la incertidumbre económica amplificada por la propaganda, optó por un mecanismo de escape. Votar por la oposición o por una opción que prometía el retorno a un supuesto ‘orden’ anterior fue, en última instancia, una huida de la libertad. El costo de la independencia política se hizo psicológicamente insoportable, llevando a la gente a «correr a los brazos» de opciones que ofrecían una falsa seguridad, tal como Fromm lo predijo.
La Confusión Gramsciana: Dominación sin Hegemonía
Esta huida psicológica tuvo su contraparte política en la Confusión Gramsciana. El concepto de Antonio Gramsci distingue entre Dominación (ejercida mediante la fuerza) y Hegemonía (ejercida mediante el consenso).
Libre sí logró la Dominación al obtener el control del aparato estatal, e incluso asegurar la lealtad de las Fuerzas Armadas, un elemento clave para la coerción. Sin embargo, este control de la fuerza fue insuficiente. Gramsci advierte que el poder duradero reside en el control de la mente del pueblo. A pesar de cuatro años en el poder, Libre no logró desmontar los aparatos culturales de la élite tradicional. Al no lograr que su visión de la Refundación se convirtiera en el nuevo «sentido común» de las mayorías, su liderazgo moral e intelectual (la hegemonía) se disolvió, dejando al partido vulnerable al primer revés que amplificara la ansiedad frommiana.
El Castigo Maquiavélico: Enemigos Fervientes y Estrategias Subestimadas
Esta fragilidad se exacerbó por la advertencia de Nicolás Maquiavelo: «no hay nada más difícil de emprender, ni más dudoso de lograr, ni más peligroso de manejar, que el introducir nuevas instituciones.» Al convertirse en el «Príncipe Nuevo» promotor de la Refundación, Libre se ganó a enemigos feroces y determinados (las élites desplazadas).
El problema no fue solo identificar a estos enemigos, sino subestimar su capacidad de respuesta. Maquiavelo enseña que es vital conocer sus estrategias y sus fortalezas para neutralizarlas. El partido se desgastó combatiendo la resistencia; sin embargo, al no anticipar y desmantelar las tácticas de desinformación y el boicot económico de sus adversarios, la frustración generada por la lentitud de las reformas se magnificó. El resultado fue que el peso de la responsabilidad ahogó al proyecto, y la ciudadanía regresó a opciones que prometían una ilusoria estabilidad.
El Auto-Sabotaje de Kaplún: La Coherencia Fallida y el Tabú Ideológico
El golpe final provino de la inobservancia de la lección del comunicador popular Mario Kaplún, quien advirtió: «Si nuestro mensaje… utiliza códigos o vehicula una escala de valores que son contrarios a su propio marco de referencia, el destinatario no solo no lo entiende, sino que lo rechaza, lo siente como una agresión, como una amenaza.»
El discurso de Libre cometió el error de incorporar términos como «socialismo democrático» de manera prominente. Estos códigos ideológicos chocaron frontalmente con una escala de valores que, debido a décadas de hegemonía cultural (Gramsci) y propaganda, tienen satanizados o estigmatizados estos términos en el imaginario popular.
La oportunidad perdida residió en no haber priorizado códigos de consenso. Se pudo haber trabajado el concepto de justicia social utilizando frases que conectan directamente con el imaginario popular, como «democratizar la economía» o «construir un país donde a todos nos vaya bien». En cambio, al centrarse en el conflicto y en términos tabúes, el partido priorizó una narrativa ideológica que el ciudadano común, temeroso de la incertidumbre económica (el miedo frommiano), percibió como una amenaza. El uso de esos términos sirvió de combustible para que la oposición lograra movilizar el miedo colectivo.
La lección para Libre es clara: la toma del poder estatal es solo el inicio; la verdadera victoria se gana al entender y calmar la mente del pueblo, logrando el consenso a través de una comunicación coherente, empática y libre de códigos que la hegemonía dominante ha convertido en tabúes.