Invitados Más allá del dólar: los BRICS están reescribiendo la geopolítica latinoamericana

Más allá del dólar: los BRICS están reescribiendo la geopolítica latinoamericana

Al mismo tiempo, los BRICS impulsan mecanismos de desdolarización que reducen la dependencia latinoamericana a las decisiones de la Reserva Federal o las sanciones extraterritoriales, que en casos como Cuba o Venezuela han tenido efectos profundos.

Por: Paulina Domínguez

Durante gran parte del siglo XX, América Latina y el Caribe se movieron dentro de un marco geopolítico donde Estados Unidos operaba como el socio dominante y, en muchos casos, como el único centro de referencia. La región creció, comerció y se integró bajo una estructura hemisférica pro estadodunidense que limitaba alternativas y establecía prioridades políticas, financieras y de seguridad. Sin embargo, el escenario internacional ha cambiado rapidamente: el ascenso de China, la consolidación de India como potencia demográfica y tecnológica, el reposicionamiento de Rusia en el ámbito energético y militar, el papel de Brasil como articulador regional y la creciente presencia de África en el sistema internacional han transformado al bloque BRICS+ en un actor que está reescribiendo el mapa del poder global. Para América Latina, este nuevo contexto no representa una ruptura con Estados Unidos, sino la apertura de un abanico de posibilidades que la región no había tenido en décadas.

El atractivo de los BRICS para los países latinoamericanos no se explica únicamente por las cifras. Aunque si bien son impresionantes: más del 30% del PIB mundial, el 41% de la población y un papel creciente en el comercio internacional, se trata en realidad tipo de relación que ofrecen. A diferencia de los organismos tradicionales, donde el financiamiento suele ser  condicionado a través de ajustes y demandas fiscales o reformas de mercado; la cooperación con los BRICS se presenta como un espacio más flexible, menos ideologizado y orientado al desarrollo mutuo. El Nuevo Banco de Desarrollo, por ejemplo, financia carreteras, energía renovable, transporte público, conectividad digital o infraestructura estratégica sin exigir paquetes de austeridad ni privatizaciones obligatorias. Para la región esta diferencia no es menor: significa la posibilidad de definir prioridades nacionales sin tener que adaptarlas a modelos externos. No se trata de un financiamiento perfecto ni libre de intereses geopolíticos, es más bien una alternativa que amplía el margen de maniobra latinoamericano.

Al mismo tiempo, los BRICS impulsan mecanismos de desdolarización que reducen la dependencia latinoamericana a las decisiones de la Reserva Federal o las sanciones extraterritoriales, que en casos como Cuba o Venezuela han tenido efectos profundos. La posibilidad de realizar intercambios en monedas locales o de acceder a mecanismos de reserva contingente no sustituyen al dólar, pero sí disminuye la dependencia de una sola divisa y abre opciones para navegar crisis financieras globales sin quedar atrapados en dinámicas ajenas.

En el plano comercial, la diversificación es un hecho indiscutible: China ya es el principal socio de buena parte de Sudamérica, India expande su presencia en energías y tecnología, y Brasil funciona como puente natural entre América Latina y el bloque. Esta reconfiguración no elimina la presencia de Estados Unidos, que sigue siendo un actor económico impresidible. Para economías pequeñas o medianas, depender de un solo comprador poderoso es una vulnerabilidad; por tanto, diversificar es una forma de supervivencia económica.

Los BRICS también ofrecen algo que la región pocas veces han tenido: un espacio donde su voto puede tener más peso en debates sobre la gobernanza global. El bloque promueve reformas al Consejo de Seguridad de la ONU, impulsa debates sobre un sistema comercial más equitativo y articula posiciones sobre cambio climático desde la perspectiva del Sur Global. América Latina, históricamente ubicada en los márgenes de las decisiones de seguridad internacional, encuentra aquí la posibilidad de participar en discusiones desde un lugar menos dependiente y más propositivo. Este es un cambio simbólico pero también estructural: reubica a la región dentro del mapa de las potencias emergentes y refuerza su capacidad para disputar narrativas.

Quizá la transformación más profunda radica en que América Latina ha comenzado a practicar la multi-alineación: la capacidad de mantener vínculos estrechos con Estados Unidos mientras amplía simultáneamente su relación con China, India, Rusia y Suáfrica. Brasil es el ejemplo más claro, capaz de dialogar con Washington, Beijing y Moscú sin subordinarse exclusivamente a ninguno. México, pese a su integración económica con Estados Unidos, también participa en espacios de diálogo con los BRICS. Colombia, tradicional aliado estadounidense, ha sido invitado a varias cumbres del bloque. Uruguay negocia acuerdos bilaterales con China sin romper con el Mercosur. Se trata de un realismo estratégico que entiende que en un mundo multipolar no conviene apostar por un solo centro de poder, sino por todos aquellos que puedan ofrecer beneficios mutuos

Este nuevo escenario debe tomarse con cautela, pues hay retos importantes que deben ser tomados en cuenta como que se requieren mecanismos de transparencia que eviten endeudamientos opacos o proyectos con impactos negativos en territorios vulnerables. El aumento del comercio con China, si no va acompañado de políticas de industrialización y diversificación productiva, puede profundizar la dependencia de una economía de monocultivos o extraactivista. Y la fragmentación regional amenaza con impedir que América Latina negocie colectivamente en un sistema donde los grandes bloques ganan influencia mediante articulación interna.

A pesar de esto, las oportunidades son relevantes. Por primera vez la región no está obligada a definir su futuro desde una sola lógica geopolítica. Estados Unidos sigue siendo un socio indispensable, pero ya no es el único punto de referencia. Los BRICS abren acceso a nuevas tecnologías, mercados, financiamiento y espacios de representación; ofrecen alternativas para superar las crisis financieras y otorgan un margen político que América Latina no había tenido en décadas. Nada garantiza que la región aproveche plenamente este escenario pero el tablero internacional es más multipolar que nunca.

América Latina y el Caribe ya no está encerrada en un hemisferio. Hoy se mueve en un mundo más grande, más complejo y más competitivo, donde la autonomía no se otorga: se construye. En este sentido, los BRICS, con todas sus tensiones internas y contradicciones, forman parte fundamental de esa nueva arquitectura de poder hegemónico global.

Foto: https://elceo.com/internacional/mas-aranceles-donald-trump-castigaria-a-los-brics-si-intentan-reemplazar-el-dolar/

El presente es un artículo en alianza con https://latam.rs/

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