Escritores libres La oligarquía hondureña no teme a la ideología socialista, teme perder el negocio en Honduras

La oligarquía hondureña no teme a la ideología socialista, teme perder el negocio en Honduras

Por: Fredys Leonel Martínez Pastrana

En Honduras, la disputa política actual va más allá de nombres o partidos: es una pugna histórica entre un modelo de país excluyente, administrado por las élites a través del bipartidismo, y un proyecto popular que hoy se expresa en LIBRE con la continuidad de seguir gobernando con el liderazgo de Rixi Moncada.

Pero surge una pregunta central: ¿qué es lo que realmente inquieta a la oligarquía hondureña? ¿La ideología que representa LIBRE, o la amenaza concreta a sus intereses económicos?

Un poder sostenido por más de un siglo desde el bipartidismo (Nacional y Liberal) gobernó Honduras por más de cien años. Durante ese tiempo, el Estado fue manejado como finca privada de unas pocas familias con apellidos reconocidos: terratenientes, banqueros, importadores, empresarios de energía, telecomunicaciones y construcción.

En ese esquema, la democracia fue apenas una fachada. Elecciones tras elecciones, el resultado era el mismo: un sistema que garantizaba privilegios para los de arriba y pobreza para las mayorías.

El bipartidismo se ampara en el recurso del miedo ideológico, desde el nacimiento de LIBRE en 2011, la élite empresarial y mediática lanzó una ofensiva ideológica: acusar al partido de “comunista” y de querer convertir a Honduras en “otra Venezuela”.

Aunque este recurso no es nuevo. En la década de los 80, en pleno auge de la Guerra Fría, cualquier campesino organizado o estudiante crítico era tachado de “subversivo” y “peligro comunista”. Hoy, la fórmula se repite: deslegitimar a quienes proponen justicia social.

Lo que de verdad les interesa y duele: es el bolsillo, aunque el discurso ideológico ocupa titulares, lo que realmente preocupa a la oligarquía es perder sus negocios y privilegios.

Con el gobierno de LIBRE se han dado pasos que afectan directamente esos intereses:

Contratos energéticos: renegociación de acuerdos abusivos firmados por gobiernos bipartidistas, que drenaban las finanzas del Estado en beneficio de empresas privadas.

ZEDEs: freno al modelo de Zonas de Empleo y Desarrollo Económico, que pretendía entregar soberanía nacional a capital extranjero y grupos empresariales aliados.

Impuestos: exigencia a grandes empresas, bancos y corporaciones de pagar tributos que antes evadían mediante exoneraciones diseñadas a su medida.

Cada una de estas medidas ha significado un golpe directo al bolsillo de quienes históricamente se enriquecieron con el Estado y no es un golpe de quitar lo que les pertenece solo es de hacer justicia.

Las estrategias de resistencia que la oligárquica implementa ante esta nueva realidad, es una estrategia de doble filo:

  • En lo ideológico, intensifica la guerra mediática. A través de sus canales de televisión, radios y periódicos, difunde miedo y desinformación, intentando convencer a la población de que el cambio es un peligro.
  • En lo económico, presiona desde el Congreso, financia campañas opositoras y utiliza su influencia en el poder judicial para frenar reformas que afectan sus intereses.

La preocupación de la oligarquía no es realmente la ideología socialista en abstracto. Lo que temen es que esa ideología se traduzca en políticas concretas que reduzcan la desigualdad y desmonten sus privilegios.

La llegada de LIBRE al gobierno representa, para ellos, una amenaza no por lo que dice, sino por lo que hace: abrir espacios de participación popular, frenar negocios corruptos y poner al Estado al servicio del pueblo.

En palabras simples, la oligarquía no teme al comunismo, ni al socialismo como teoría. Lo que de verdad le quita el sueño es un pueblo consciente, organizado y decidido a defender su dignidad.

La élite no teme a las ideas, teme a perder el negocio. Por eso la batalla es clara: o   se mantiene el poder de unos pocos, o se consolida el derecho de las mayorías.

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