Por: José Antonio Maradiaga Rodríguez
El síndrome de Otelo, también conocido como celotipia delirante, es un trastorno psicológico tan antiguo como la humanidad misma. En matrimonios y relaciones de pareja, ha cruzado siglos y culturas, adaptándose a contextos diferentes, pero con el mismo doloroso patrón: una creencia infundada de que la pareja es infiel. Este problema, particularmente visible en América Latina, sigue alimentando conflictos, rupturas y tragedias.
Quien padece este síndrome vive bajo el dominio de la sospecha constante. No hay evidencia, no hay pruebas, pero los celos nublan todo juicio. Tanto hombres como mujeres pueden sufrirlo, y sus efectos pueden escalar desde pequeños roces hasta actos de violencia o autodestrucción. En la mente de quien lo sufre, el amor se convierte en vigilancia, y el afecto en desconfianza.
Las causas de este trastorno son variadas. Muchas veces surgen de patrones obsesivos, inseguridades profundas, experiencias pasadas no resueltas o entornos culturales donde los celos son vistos como prueba de amor. La vigilancia constante, los interrogatorios violentos y el maltrato verbal o físico son síntomas que no deben normalizarse, pues detrás de ellos puede esconderse una mente atrapada en el delirio.
Pero este no es un camino sin salida. La recuperación es posible si existe conciencia del problema. Buscar ayuda psicológica o psiquiátrica, rodearse de personas empáticas y comprometidas, y aceptar que se necesita apoyo son pasos fundamentales. La voluntad de sanar puede abrir puertas hacia una vida más libre y plena.
Lastimosamente, la falta de conocimiento agrava el problema. Muchas veces se minimiza o se justifica en nombre del amor, mientras la persona afectada se hunde cada vez más. Las instituciones de salud mental, sobre todo en América Latina, tienen el desafío de implementar clínicas de atención especializada que brinden una salida a quienes padecen este infierno invisible.
Alguien escribió una vez que “la rabia de los celos es tan intensa, que empuja a quien la sufre a cometer cualquier locura”. Esa frase, tan cruda como cierta, debe hacernos reflexionar: el síndrome de Otelo no es una simple exageración emocional, sino una cárcel mental que puede destrozar vidas enteras.
Como sociedad, es nuestro deber romper el silencio, hablar del tema sin tabúes y apoyar a quienes lo padecen. Porque nadie merece vivir esclavizado por el miedo a perder a quien ama. Solo el amor sano, acompañado de confianza y respeto mutuo, puede vencer a los celos que matan.