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La ética periodística en tiempos de sombras

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Por: José Antonio Maradiaga

Desde los tiempos de la antigua Grecia, la ética ha sido parte esencial de la reflexión humana. Filósofos como Platón, Sócrates y Aristóteles hablaban de la verdad como un valor que debía guiar al ciudadano, y más aún al pensador. En esa misma línea, el periodista moderno se convierte en un nuevo tipo de pensador público, cuya voz puede ayudar a construir o destruir realidades. Por ello, su oficio debe estar guiado por principios éticos claros y firmes.

La ética periodística, entendida como un conjunto de normas, valores y principios que orientan la conducta del comunicador, se volvió una disciplina más estructurada a partir de los años 70. Desde entonces, hablar de ética en el periodismo es hablar de veracidad, objetividad, responsabilidad social y compromiso con el bien común. El periodista no solo informa: también forma criterios en una sociedad muchas veces desinformada.

Sin embargo, seguir estos principios no es tarea fácil. En muchos contextos, ser ético implica enfrentarse al poder. Y ese poder puede tener muchas caras: gobiernos autoritarios, empresas dominantes, redes del crimen organizado. En países como Honduras, muchos periodistas han sido amenazados, perseguidos, secuestrados o incluso asesinados por cumplir con su deber de informar. La ética, entonces, no solo requiere formación: también valentía.

Paradójicamente, mientras algunos arriesgan su vida por ejercer el periodismo ético, otros lo prostituyen por un sobre manila. En ciertos medios, la ética tiene precio, y el poder político o económico paga para silenciar verdades incómodas o para fabricar relatos convenientes. No es raro encontrar periodistas que, lejos de cuestionar, se convierten en voceros disfrazados de comunicadores.

En Honduras, ha sido público y escandaloso el listado de comunicadores que han recibido pagos irregulares por parte del Estado. Algunos han vendido su credibilidad por contratos publicitarios, nombramientos o favores políticos. Esta práctica ensucia al gremio y deja a la sociedad indefensa ante la manipulación de la información.

Pero no todo está perdido. Existen aún voces valientes, periodistas que, desde grandes medios o desde pequeñas trincheras digitales, siguen defendiendo el derecho del pueblo a saber. Son ellos quienes mantienen viva la esperanza de un periodismo libre, independiente y comprometido con la verdad.

En tiempos de confusión y manipulación, la ética periodística es más necesaria que nunca. No como adorno académico, sino como escudo de integridad frente al cinismo. Solo un periodismo ético podrá contribuir a construir una sociedad más justa, crítica y democrática.

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