Escritores libres  El Cachurequismo una forma de pensar

 El Cachurequismo una forma de pensar

El surrealismo paradójico del Cachurequismo oficialmente a veces representado por el Partido Nacional en el poder, lejos ha estado de una concepción nacionalista propiamente dicha, nadie más que ellos han dado concesiones a diestra y siniestra desmembrado el territorio

Por: Alex Palencia

Después de diez años de infructuosa independencia en Centro América aparece en el escenario político Francisco Morazán Quesada, este junto a un grupo de hombres que se hacían llamar revolucionarios Jacobinos seguidores de la línea más dura y radical de la revolución francesa, asaltan las líneas del liberalismo y se toman el poder desplazando al reciente poder criollo asociado a la iglesia Católica la que abogaba por una visión del mundo dentro de parámetros simbólicos mágico religiosos judeocristianos impuestos a fuerza de cruz, espada y garrote desde tiempos de la conquista española. Con la llegada de Morazán al poder el 16 de septiembre de 1830 se instaura un gobierno dispuesto a desmontar el sistema colonial imperante aun después de la «independencia». El proceso de la independencia en Centroamérica solo había sido un artificio político y económico, en otras palabras, fue el traspaso del poder de padres españoles a sus hijos criollos. Después de la tan careada indecencia los españoles nacidos en estas tierras se disponen a ejercer el poder político, económico y social sin la molesta injerencia de la corona española que con sus leyes tributarias y modo de administración feudal menoscababa el crecimiento de una clase criolla habida de ejercer el poder absoluto sin tener que rendirle cuentas a nadie. Así aparecen en el escenario post independentista de Centroamérica personajes que abrazan la ideología política liberal. Proyecto político burgués europeo nacido después de la revolución francesa y el cual tenía como objetivo detener el acceso del pueblo que amenazaba con tomar el poder político, social y económico para librarse de una vez por todas de las cadenas de la esclavitud.

Manuel Bonilla

La sociedad feudal con aires de aristocracia en Centroamérica es avasallada por los miembros de la familia guatemalteca de los Aycinenas, quienes ya para 1820 ocupaban 71 puestos públicos, incluyendo posiciones eclesiásticas. Entre todos los Aycinenas recibían anualmente la no despreciable suma de dos millones de pesos. La injerencia de esta familia en los asuntos políticos, económicos y religiosos de la región, no fueron interrumpida con la «independencia de 1821». Al contrario, después de ella; afianzaron sus posiciones dentro de los nuevos Estados, apoyando el caudillismo y encabezando a través del “Marques” Mariano de Aycinena los destinos del gobierno de Guatemala. Al llegar Morazán con los jacobinos al poder se propusieron desmontar de una vez el sistema colonial y feudalista heredado de la colonia española, pensado en conformar la construcción de un estado de derecho laico. Con la llegada de Morazán al poder la familia Aycinena perdió su fortuna y el control que ejercía sobre los pueblos de la región; fueron derrotados en batalla y derrocados, la mayor parte de sus lacayos y ellos mismos fueron exiliados, no sin antes hacer la lucha a como diera lugar. Morazán después de derrotarlos militarmente devolvió la constitucionalidad a la nación y luego gana las elecciones para presidente de Centroamérica en 1830, dándole con ello el tiro de gracia a los Aycinenas y a sus socios, la pequeña oligarquía nacional. Antes de eso, durante dos años de 1827 a 1829 Morazán y su ejército de mestizos negroides habían librado cruentas batallas, hasta que un día asaltan el poder, esta acción tenía como objetivo restituir el orden constitucional violado por el entonces presidente de Centroamérica el sacerdote y liberal salvadoreño Manuel José Arce aliado para ese entonces a los Aycinena. Es en este escenario en que parece la hermana de Mariano de Aycinena la monja María Teresa de Jesús de la Santísima Trinidad, del convento de Santa Teresa quien desde 1816 venía diciendo que recibía cartas de ángeles y que cada viernes el “señor Jesucristo” se le aparecía en el convento manifestándole su descontento y desagrado con aquellos que se atrevían a desafiar las autoridades de la corona española.

Rafael Carrera

Ahora, las cartas y visitas de Jesús el Nazareno señaladas por Santa Teresa, tenían como fin específico afirmar que Morazán era el mismo anticristo, prometiendo ella la herencia divina en la gloria eterna a todo aquel que ayudara a su hermano en la «guerra santa» contra Morazán, advirtiendo aquellos que no lo hicieran se prepararan para las «profundidades del infierno». Estas elucubraciones fueron aceptadas como verdades por las autoridades eclesiásticas en Centroamérica llegando al ridículo extremo de pedir formalmente su beatificación a la Santa Sede a favor de María Teresa. El patriarca Marqués Mariano de Aycinena -único individuo en Centroamérica que pudo comprar a la corona un título nobiliario- como comandante controlaba para entonces al ejército federal y al mismo presidente de la federación Manuel José Arce, Mariano experto en los artilugios de la conspiración le escribe una carta a su hijo Antonio el 9 de diciembre de 1827 en donde entre otras cosas le dice: «si perdemos con las armas, desplegaremos aquí la del fanatismo para exaltar a este pueblo devoto y levantar de nuevo un famoso ejército. Diremos en nuestras proclamas que los enemigos no respetan la honestidad de las doncellas, los lazos conyugales, ni la inocente infancia, que todo lo asolan y destruyen; que todo lo violan y pisan, hasta lo más sagrado. Que su elemento es el robo, las depredaciones, sus deseos, hartarse de sangre guatemalteca; que los religiosos van a perecer en sus manos, las monjas, los santos y los templos, que todo será perdido si los pueblos no salen en defensa de su religión y de su patria y otras mil cosas semejantes«. Más adelante sigue diciendo: «pero tampoco cesaré yo de perseguirlos, y sobre, que nuestros frailecitos con sus exhortaciones, nuestras monjitas con sus rogativas y nuestro ilustrísimo con su incomparable destreza en esta clase de negocios, serán los instrumentos que dirijan al pueblo en nuestra campaña«.

El 10 de julio de 1829 al llegar las correspondencias que se hacían circular por toda Guatemala de la monja María Teresa, estas caen en manos de Morazán quien al leerlas y verlas plagadas de errores ortográficos le dice a su general francés Nicolás Raúl: «por lo visto ni Santa Teresa ni el mismísimo creador, saben las más elementales reglas de la ortografía«. Y al mismo tiempo da instrucciones a Raúl para apresar y exiliar a todos los religiosos conspiradores. Y es así; que fueron a parar a Cuba junto a su máxima autoridad el «ilustradísimo» Arzobispo Fray Casaús, 289 religiosos entre misioneros y monjes de las órdenes Recoleta, Dominica y Franciscana. Es hasta 1837 que la Iglesia Católica empieza a recuperar el espacio perdido en el engranaje político, económico y social en Centroamérica al parecer desde las montañas de Mataquéscuintla en el escenario político de la mano de los padres, Francisco Aqueche y Francisco Lobo el mestizo iletrado Rafael Carrera, quien era nieto del Marqués Mariano de Aycinena. Nacido Rafael de una relación de estupró entre Antonio de Aycinena y su empleada doméstica la indígena Manuela Carrillo la que dio en adopción al niño a Juana Rosa Turcios, cuyo marido era de apellido Carrera. Esta pareja vivía en Mataquéscuintla lugar en donde ejercían el sacerdocio, Francisco Aqueche y Francisco Lobo; «padrecitos» que introdujeron al niño Rafael Carrera en los oscuros y sórdidos misterios religiosos para después hacer creer que él era la reencarnación del arcángel Gabriel y el ungido para hacerle frente al anticristo de Morazán. Así; con apenas 23 años, sin saber leer, ni escribir y bajo la tutela y protección de Aqueche y Lobo, Carrera pudo levantar más de 40 aldeas indígenas en contra del gobierno federal de Morazán.

Carrera siguió a pie y juntillas la línea estratégica política de su abuelo el Marqués Mariano de Aycinena quien nunca lo reconoció como tal. Así utilizo para sus fines personales políticos la superstición religiosa. La familia Aycinena pronto controló la carrera política y militar de Carrera a quien poco a poco le fueron reuniendo un ejército de indígenas con el propósito de derrocar al Gobierno Federal de Francisco Morazán. Carrera en sus primeras incursiones militares hizo estragos en los batallones del gobierno federal formados en su mayoría por indígenas guatemaltecos bajo el mando de oficiales criollos, Carrera empleando la estrategia que hoy conocemos como guerra de guerrillas se lanzó en contra el Gobierno Federal asesinando no solo a militares, sino también; a sus simpatizantes y autoridades de la forma más cruel posible. Reconocidas se hicieron las hordas de Carrera por saquear por donde pasaban incluso ciudades completas, así que, al oír de lejos los bramidos de un cacho de vaca que Carrera usaba para ordenar su destartalado ejército los citadinos corrían horrorizados a esconderse en sus casas, mientras gritaban horrorizados: «!allí vienen los cachos, allí vienen los cachos!». Los liberales al ver la inconveniencia para los intereses de su clase, se disponen a traicionar a Morazán con el que tenían una supuesta alianza en contra del incipiente liderazgo del joven Carrera. Reaparece en la escena política de Centroamérica de nuevo la familia Aycinena, ahora liderada por el padre Juan José de Aycinena -hijo de Mariano de Aycinena-, quien después de ocho años de exilio en Estados Unidos de América regresaba para dirigir desde la oscuridad del pulpito religioso una ofensiva sin precedentes contra el gobierno federal, se asocia en esta aventura con el encargado de negocios del gobierno Ingles en la región Frederick Chatfield y juntos conspiran para derrocar a Morazán, a quien por fin logran vencer, gracias al ejército de Carrera y a la traición de los liberales quienes habían prometido apoyo militar a Morazán para hacer frente al asedio de Carrera contra la ciudad de Guatemala, apoyo que después retiraron disimuladamente. Morazán pierde la batalla de 1839 en esa ciudad para luego verse obligado a salir al exilio.

Con la posterior muerte de Morazán en 1842 desaparece el proyecto de desmontaje de la superestructura colonial del Estado. El liberalismo criollo se une a las hordas fanático religiosas de Carrera y junto a la pequeña oligarquía parasitaria naciente crean en los diferentes países de Centroamérica gobiernos dictatoriales de corte feudal y religioso; dedicándose durante 30 años a incubar una forma de pensar aferrada al pasado de la colonia española. A la alianza de las hordas religiosas de Rafael Carrera y los liberales asociados a la pequeña oligarquía centroamericana se institucionaliza en esta región el Conservadurismo; doctrina política de derecha enemiga de cambios políticos y sociales que defiende a ultranza dogmas religiosos asociados al patriotismo o nacionalismo. En Centroamérica se le ha conocido por sus singulares características como Cachurequismo. Demás está decir de dónde sale tan sugestivo epíteto. Y si bien es cierto; no siempre como tal, se puede determinar a este como una ideología política definida, aun así; podemos afirmar que es una manera de percibir, sentir y vivir la vida desde la perspectiva mágico religiosa del judeocristianismo instaurado como verdad y únicos parámetros simbólicos de existencia del ser humano. A través de la dictadura de Rafael Carrera la familia Aycinena logro de nuevo dominar la vida política, social y económica de Centroamérica. Para 1842, año en que es asesinado Morazán, en Guatemala un sinnúmero de posiciones gubernamentales y no gubernamentales ya habían pasado a manos de la familia Aycinena, en el congreso 10 de los 30 diputados eran miembros del clan de esta familia, dos de ellos servían de vice presidentes y 7 de los 13 funcionarios de la corporación municipal también eran Aycinenas. Además de ejercer los principales puestos de dirección de la iglesia católica en toda la región. Y así; por más de 30 años olímpicamente en Guatemala ejercieron su poder e influenciaron y controlaron a los demás gobiernos del área.

Después de esa época oscura de la historia de los pueblos centroamericanos surgen en el escenario político de la región movimientos con aires de liberalismo los cuales lejos de desmontar el sistema heredado de la colonia muchas veces se prestaron impunemente para sostener la superestructura neocolonial del Estado, y bien podemos decir, que estos intentos liberales estuvieron contaminados del ya instaurado Cachurequismo centroamericano, clásico de estos movimientos «emancipadores» ha sido el caudillismo a ultranza al puro estilo carrerista ¿Y qué decir del papel que la Iglesia? Esta ha jugado como columna vertebral un papel sórdido y nefasto en estos movimientos políticos y sociales Interviniendo en todos los aspectos de la vida de estos pueblos y proponiendo como única alternativa la cosmovisión del mundo judeocristiano, transgrediendo la propuesta modernista de un Estado de derecho laico hecha por los jacobinos centroamericanos liderados por Morazán. El Cachurequismo se caracteriza por la negación de la memoria histórica, por una falta de identidad y sobre todo por una domesticación de las personas programadas para obedecer y respetar a quien los oprimen y explotan sin que las personas se miren de alguna forma a sí mismas como: siervos, mozos, esclavos, vasallos o lacayos. Es en otras palabras la instrumentalización del individuo a través de la iglesia. Y si bien; abrazando principios de carácter liberal los cachurecos sustituyeron las dictaduras del «más allá» por las del «más acá». No podemos decir de ningún modo que el Cachurequismo haya comulgado nunca con los principios de libertad, igualdad y fraternidades planteadas al calor de la revolución francesa. Por el contrario han sido ellos acérrimos enemigos de las libertades individuales y conquistas humanas por lograr mejores estadios de vida planteados por los filósofos del iluminismo como ser, Locke, Montesquieu, Rousseau, Hobbes y Voltaire. Pero hablar de conceptos filosóficos en el caso del pensamiento cachureco sería elevar el pensamiento cachurequil a unos niveles de humanización que no merece. Sabemos que es enemigo declarado de la ciencia y el conocimiento, actuando cuando se le exige más por reacción e impulso que por el razonamiento. Esta manera de pensar y ver la vida. Se caracteriza por lo visceral de su esencia que se basa en reprimir a sangre y fuego todo lo que amenace su existencia.

Otra característica del Cachurequismo es la capacidad que tiene para disfrazarse de ideología política vistiéndose de diferentes colores, confundiéndose a veces con el nacionalismo, pasando por el liberalismo hasta llegar a permear las filas de la izquierda ideológica, por ello decimos; que en nuestro país ni desde la derecha, ni desde la izquierda se ha planteado en los últimos 150 años ninguna propuesta política y social que rompa con el pasado histórico reciente, a través de una nueva forma de percibir, sentir y vivir la vida fuera de los artilugios que el Cachurequismo ha impuesto desde tiempos de los Aycinenas y Carrera como parámetros de vida en el imaginario colectivo. Lo que no ha permitido en la historia moderna de estos pueblos manifestaciones contraculturales o rupturas generacionales que contribuyan a tener otra lectura del mundo que nos rodea. El Cachurequismo con su falso tradicionalismo cultural se las ha ingeniado para hacernos caer en la trampa de la involución sosteniendo artificios culturales ajenos a la idiosincrasia de nuestros pueblos, mezclando tradiciones religiosas con manifestaciones festivas sociales; la Semana Santa, Navidad Catracha, ferias patronales, El Guancasco, y Semana Patriótica, − paradójicamente llamada Semana Morazánica.− Recreovías, Actívate, Honduras Canta, Un día Una Nación. Día de este, día del otro, en fin; la pseudocultura y la religión se mezclan y se confunden en el voraz neoliberalismo capitalista en donde se entiende la artesanía por antropología, la tradición religiosa por historia, el futbol por arte, el militarismo por deporte, el reggaetón por música, y el panfleto por poesía. Está forma de pensar taimada y sórdida ha hecho de este país un remedo de nación sumergido hoy en una vorágine de sangre, en donde se entiende por soberanía territorial la venta de ríos y territorios, por soberanía del pueblo, la sistemática violación a la constitución de la república; contrato social que ellos mismos han hecho y violado cuantas veces ha sido necesario para satisfacer sus sórdidos y mezquinos intereses cachurequiles.

El surrealismo paradójico del Cachurequismo oficialmente a veces representado por el Partido Nacional en el poder, lejos ha estado de una concepción nacionalista propiamente dicha, nadie más que ellos han dado concesiones a diestra y siniestra desmembrado el territorio, vendiendo los más sagrados intereses de la patria a grandes monopolios extranjeros en el pasado y en el presente:

compañías bananeras, palmíferas, hidroeléctricas, cementeras, minas de oro y plata, banda ancha, telefonía, energía eléctrica, carreteras, en fin. Todo lo venden al mejor postor sin importar las consecuencias futuras de sus desmanes a sabiendas que los ciudadanos no reaccionarán a estos exabruptos, pues seguros están de haber hecho un eficiente trabajo de enajenación mental en la población en donde el discernimiento, el debate constructivo de ideas y la generación de pensamiento no tienen cabida. Y es el pastor o sacerdote que siempre tendrá la última palabra en temas de moral, ética, género, corrupción, educación, salud, seguridad y otros. Tampoco es de extrañar por los antecedentes históricos antes expuestos escuchar a curas, obispos, cardenales, pastores y «apóstoles» evangélicos bendiciendo, haciendo premoniciones y vertiendo opiniones para inducir o influenciar al pueblo a favor del Cachurequismo.

Cada niño o niña que ve la luz en este país, nace marcado con un número en la frente y no es precisamente el «misterioso y oscuro 666» del que tanto hablan los que profesan la fe evangélica. ¡No!, ni haciendo la más complicada de las ecuaciones nos darán las cantidades estratosféricas del endeudamiento público del país, la que años de vida le faltarán a cada hondureño para poder honrarla, aun así este incapaz será durante el tiempo que dure su vida de sospechar siquiera cual es el verdadero motivo de sus más infames realidades. La construcción de su ser cachureco se manifestará en ella o él en todos los aspectos de sus vidas: en su modo de vestir, de caminar, de peinarse, de hacer el amor, de orar, rezar, cantar, bailar, llorar, mirar, protestar, reír y sobre todo de pensar, sí; de pensar. Porque el cachurequismo es ya una manera de pensar y actuar. Es un nivel de conciencia, o más bien de inconsciencia, que refleja el grado de deshumanización del o la hondureña.

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